Su afición por los Nacimientos la llevó a comprar uno en un viaje a Nápoles. «Era diferente a todos y me llamó mucho la atención». Y su curiosidad la hizo decirse:«¿Por qué no intentar hacer uno?» Y lo hizo. Pieza a pieza. Desde entonces ha pasado ya mas de una década. Esta «burgalesa-madrileña» coleccionista de belenes de todo el mundo –tiene doscientos– ha visto como el suyo ha ido creciendo a la vez que su mimo y su dedicación por el que se ha convertido en una especie de obra de arte al que cada Navidad acude más gente a disfrutarlo.
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